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Mis pronombres, mis morfemas, mis vocales

En redes sociales hay mucha gente que tiene puesto en la biografía «Pronombre: él» o «Ella/elle». Esto empezó en el mundo angloparlante: lo que se pretende es romper la expectativa de que el género de una persona pueda deducirse de su foto. No solo dentro del binomio masculino/femenino, sino también en caso de otros terceros géneros. Tenga la pinta que tenga yo, eso no te dice nada de mi género: te lo tengo que decir.

¿Y por qué definen el género mediante pronombres? Bueno, en inglés, el género gramatical con el que te refieres a una persona casi nunca es explícito, excepto en los pronombres. My friend is awesome, he makes me laugh a lot. The boss frowned and raised her hand. Además en inglés no puedes omitir el sujeto: aunque puedes decir Mark is awesome, no es posible decir *is awesome, sino He is awesome. En inglés, una persona que quiera hablar contigo o de ti en redes sociales, si tiene tu pronombre, ya tiene el 95% hecho.

Esta práctica dio el salto luego al ámbito castellano, y así pasamos de leer Pronouns: he/they a Pronombres: él/elle. Pero el razonamiento no se sostiene aquí. El español tiene unas características diferentes, como que casi nunca ponemos un pronombre como sujeto o que los posesivos no hacen referencia al poseedor.

En castellano, en cambio, donde se nota mucho el género de las personas es en los sustantivos y adjetivos que usamos para describirlas. El quid es el mismo que cuando se exploraban soluciones para añadir un género neutro. El inglés se apaña con un pronombre, pero el castellano necesita un morfema. Esa pequeña piecita es la que tiñe las palabras con el género de la persona a la que se refieren. Le trabajadore enfermere madrileñe. Esa frase no tiene pronombre y, sin embargo, las cuatro palabras llevan su género bien clarito. Para ayudar a que otros hispanohablantes sepan cómo referirse a ti necesitas un morfema.

La solución del pronombre puede ser ideal para el contexto estadounidense donde nació, pero hemos de romper esa tendencia a pensar que sus soluciones son universales y se pueden transplantar en bloque. Hacer fotocopias acríticas de las prácticas ajenas implica adoptar un modelo que no se ajusta a tu realidad, un diagnóstico que acaba siendo errado y un tratamiento inefectivo.

Reconozco que un morfema puede ser un concepto un poco especializado. Sin embargo, da la casualidad de que hay una correspondencia fuertísima entre vocales y morfemas de género. En la mayoría de casos en castellano, el morfema lo expresa una sola vocal: bombero, bombera, bombere. Sí, lo sé, hay excepciones: actor/actriz, repartidor/repartidora… . Pero cuando hay que masculinizar algo, se le planta una o (modisto, señoro), cuando hay que feminizar, se le planta una a (jueza, parienta) y si hay que hacerlo neutro, hasta la publicidad tira de e. Las vocales ya son perfectas embajadoras de género: podemos usarlas en su lugar.

Tirando de este truco se abren muchas opciones, como por ejemplo:

  • Fulanite. Traductore. Dos gatos. E.
  • Fulanite. Traductore. Dos gatos. Vocal: e.
  • Fulanite (vocal e). Traductore. Dos gatos.
  • Fulanite. Traductore. Dos gatos. [E]
  • Fulanite. Traductor[e]. Dos gatos.

¡Y más que se nos ocurrirán!

Para terminar, añadiré solo una última cosa. ¿Y lo bonito que queda decir mi vocal es la o? Es como que hay una piecita del alfabeto que es más tuya que otra. Quizá nunca te den un sillón en la RAE — probablemente ni lo quieras — pero tú, tú también puedes tener una letra que es tuya. O más de una. Las que quieras. Piénsalo.

¿Cuáles son tus vocales?


Artículo surgido a raíz de una pregunta al aire de Elena Álvarez Mellado y elaborado tras una genial conversación con Leticia Martín-Fuertes, Montserrat Rius, Miguel Sánchez Ibáñez y Nacho Esteban. Gracias a Laura Valdenebro Álvarez por ayudarme a hacerlo más legible.


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