Hace poco, Pedro Álvarez de Miranda, un académico de la RAE, ha escrito un artículo donde ataca una supuesta hipocresía entre aquellos que escriben desdoblando género por no hacerlo todo el rato.
Pero es que no funciona así: el desdoble actúa más bien hoy en día como una herramienta de «cortesía». Como un «por favor». Veámoslo.
Imaginemos una conversación así:
— Hola, podría ayudarme, ¿por favor?
— Claro, dígame, por favor.
— Buscaba un jersey de cuello vuelto, por favor.
— Por favor, ¿de qué color?
— Azul, por favor.
— Muy bien, espere aquí, por favor.
Completamente esperpéntico y cansino. En la vida real seguramente sería algo más así:
— Hola, ¿podría ayudarme, por favor?
— Claro, dígame.
— Buscaba un jersey de cuello vuelto.
— ¿De qué color?
— Azul.
— Muy bien, espere aquí, por favor.
A pesar de no porfavorar a cada frase y hacerlo apenas al principio y final, las intermedias adquieren el tono amable del entorno gracias al sazonamiento juicioso de estas marcas de cortesía. Y todo resulta agradable en conjunto.
El desdoble es igual. La premisa de partida es que el masculino como falso plural neutro no funciona, da sensación de exclusión, y ha de quitársele ese matiz al discurso. (Lo tomaré como axioma ya que no es el asunto a discutir ahora mismo).
Observemos este caso base:
Todos estamos contentos de haber sido elegidos para representar a nuestros ciudadanos, sean obreros o abogados.
El texto es totalmente masculino, lo que es interpretado ya, hoy en día, como una casi explícita exclusión del demográfico femenino. Desde una perspectiva naïf o de reductio ad absurdum sobre el desdoblamiento, «habría que decirlo así»:
Todos y todas estamos contentos y contentas de haber sido elegidos y elegidas para representar a nuestros ciudadanos y ciudadanas, sean obreros y obreras o abogados y abogadas.
Pero no es necesario. Como en el caso del por favor, un par de desdobles y alternancias bien puestas ya liman las asperezas. Personalmente, me gusta así:
Todas y todos estamos contentos de haber sido elegidos para representar a nuestros ciudadanos y ciudadanas, sean obreras o abogados.
¿Mucho mejor y natural, no? Aún queda una pizca cargado, pero es normal: he confeccionado el texto a propósito, exagerado de palabras con género marcado, para servir de ejemplo de contraste.
En resumen: actualmente el desdoble es una herramienta, no una regla. Su uso o no uso no es algo tan gramatical como (por el momento) pragmático: una forma de ser corteses, como no exigir las cosas con imperativo, saludar al entrar o decir «por favor» y «gracias». Nadie te va a tachar de inculto ni te va a «no entender» todavía por no usarlo. Pero comienza a ser algo feo.
Saber cómo desdoblar o alternar géneros a la hora de escribir y hablar es una muestra de educación y pericia con la palabra que todos y todas tendremos que aprender para vivir hoy en día en sociedad.
Addenda. Por adelantarme a una de las clásicas quejas: a pesar de que «sobre el papel» el masculino gramatical no tiene que ver con el masculino social — ordenador es un sustantivo masculino, pero no tiene rol de género masculino: un objeto no participa en sociedad — , no es así como se percibe en el mundo real. Hablar de «todos los enfermeros» provoca imaginar hombres, no muchas mujeres y algún hombre, a pesar de que todo el mundo sabe que así es el reparto real en la enfermería. Por tanto, una disquisición formal que ignore la pragmática y la sociolingüística es fútil.
Si te ha interesado este artículo, quizá quieras leer el que escribí sobre la propuesta de pronombre neutro en castellano: Elle que elle. Publicado originalmente en El ratón ciego.
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