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Le últime jedi y otros usos del neutro

El morfema neutro, -e-, se va haciendo hueco entre nosotros pasito a pasito. Por si no lo habías visto antes, es una de las fórmulas de lenguaje inclusivo de aparición reciente con la que se intenta evitar concretar si hablas de hombres o mujeres. Así, podría decir que sois todes bienvenides a mi artículo y que espero que ningune lectore salga aburride de él.

Es evidente que en el uso general siguen reinando la arroba (cursos de idiomas para niñ@s de primaria) y el desdoblamiento (cursos de idiomas para niños y niñas de primaria). Aunque se haya ido imponiendo sobre la a priori impronunciable -x- que daba lugar a alumnxs y profesorxs, el morfema -e- está lejos de ser ninguna superestrella. Sin embargo, comenzamos a ver algo más de discusión en torno a estas morfologías, y ya se pueden encontrar algunas tímidas apariciones fuera de los núcleos activistas.

En principio, la idea detrás de añadir un género neutro (lo que conlleva tanto ese morfema -e- para sustantivos y adjetivos como los artículos le/les y el pronombre elle, entre otras cosas) era dar cabida a personas agénero, bigénero, de género fluído y otras no binarias que no se sienten cómodas con una etiqueta de hombre o mujer. Pero pronto tomó también otras dos aplicaciones: en plural, para referirse a grupos mixtos de gente; y en singular genérico, para referirse a un individuo sin especificar más.

En un artículo anterior traté este morfema de forma general con motivo de la campaña en redes #ElleEnLaRAE, donde exponía su utilidad para las personas no binarias, así como los pasos que se podrían seguir para su aceptación general (básicamente, usarlo mucho para hacer presión). Sin embargo, ahora hablaré de esos otros casos en los que este neutro puede ser muy útil. Algunos los venía mencionando por Twitter, otros los comenté en una reciente entrevista para El Español. Aquí me detendré un poco más, recorriendo situaciones cotidianas donde quizá no nos hemos dado cuenta aún de que el neutro nos puede salvar la papeleta. Dos de ellas son más del día a día y otras dos atañen más a la creación literaria y las cadenas que nos permite romper.

Como singular genérico

Si digo que el español medio se gasta 350€ al año en ropa, ¿me refiero a sólo los hombres o a cualquier persona de España? Vaya lío. Puedo aclararlo diciendo el hombre español o los españoles hombres, pero parece un desperdicio tener toda la estructura de género en castellano… y que no nos valga para distinguir por género (realmente hace algo más que eso, pero dejémoslo para otro artículo).

También tenemos problemas en situaciones como esta que me ocurrió hace poco. Estaba en un grupo de Whatsapp donde hasta el momento era el único gallego. Entonces, añadieron a una chica que dijo ser gallega también. Yo quería expresar mi alegría, pero ninguna de las opciones me sonaba correcta. Podía decir:

qué bien! otro gallego!

Pero la nueva era una chica, así que resultaba raro. También podía decir:

qué bien! otra gallega!

Pero en este caso el que no era chica era yo, así que era raro también. El morfema neutro hubiera salvado la situación muy grácilmente:

qué bien! otre gallegue!

Es un caso hermano del que estamos viendo en las últimas décadas en los papeleos e interfaces informáticas. Antes todo estaba segregado por sexo y sabías que la carta del banco la iban a leer solo hombres. Pero ya no. Así que estos documentos se dirigen a individuos sin saber qué género tienen. Ahí es cuando surgen formas del tipo Sea bienvenido/a y los consabidos desdoblamientos: como esfuerzo para evitar imponerle a todo el mundo el masculino. Otro problema que se iría de un plumazo con el neutro.

Tampoco nos vale simplemente martillearnos con asumir el masculino como genérico, porque seguimos teniendo problemas cuando queremos hablar específicamente del masculino (y tenemos que andar aclarándolo), tipo «mis amigOs siempre quieren ir al fútbol».

Ocurrió algo parecido hace poco en un capítulo del Ministerio del Tiempo (0:59:57). Huían con un recién nacido para salvarlo, porque en el pueblo «matan a los niños que nacen». Parecía que la escabechina era indiscriminada, hasta que a renglón seguido aclaraban que «por eso solo hay niñas». Otra interpretación errónea por culpa del masculino genérico. Dejemos al masculino hacer de masculino y dejemos al nuevo neutro hacer de genérico, que nos irá mejor.

Para generalizar sobre todos los géneros

Imaginemos que queréis hacerle un halago a Marta y le decís: Eres una de mis mejores amigas. Quizá ella piense que, dentro de las chicas, ella es la mejor. Pero no, se trata de todas las amistades. Así que tenemos otras dos opciones: una discordancia incongruente en Eres una de mis mejores amigos y tener que negarle (invisibilizarle) el género a una mujer para poder decirle un halago con la frase Eres uno de mis mejores amigos. Vaya desastre. Un simple Eres una de mis mejores amigues aclararía todo el asunto.

Este caso es muy frecuente, como le pasó al pobre Josu aquí:

Josu se encontró ante un dilema. Si decía Una de mis autoras, parece que Angélica Gorodischer solo destaca entre las mujeres. Y sin embargo, ese Una de mis autores también chirría. Reconceptualizar autores al neutro, creando un autoros masculino, podría solventar la situación.

El mismo caso sucede en singular. Pongamos que hay un premio a la persona que más goles ha metido, y lo gana una mujer. Podemos decir:

Antonia se llevó el premio a goleadora del año.

Pero parece que ganó apenas la categoría femenina. Entonces digamos:

Antonia se llevó el premio a goleador del año.

En cuyo caso hace pensar que Antonia agarró el galardón masculino cuando nadie miraba y salió corriendo con él. De nuevo, la solución podría pasar por:

Antonia se llevó el premio a goleadore del año.

La mejor prueba de que no es un problema inventado es que ya empezamos a ver cómo las noticias tienen que darse con aclaraciones a este respecto:

Le primere programadore y santas pascuas 🙂

Manteniendo el suspense

A veces, sobre todo en la ficción, no queremos desvelar mucho sobre la trama. Fijar el género de un personaje mencionado de pasada puede acotar mucho el misterio. Se ve muy claro en la traducción de ciertas obras desde el inglés y algunos traductores ya claman poder usarlo.

Por ejemplo, hace poco se anunció el título de la nueva película de Star Wars: The last jedi. ¿Se referirá a varios o a uno solo? Si es así, la tensión está servida: hay dos candidatos para ser ese último mohicano, y uno es un hombre y otra una chica. ¿Qué hacer? Si la película gira en torno a ese misterio, si ella o él, el título puede reventarnos la trama antes siquiera de entrar al cine. Un hipotético Le últime jedi mantendría esa intriga. (Finalmente, el título se tradujo en plural: Los últimos jedi.).

¿Rey o Luke? Pues los dos.

Similarmente, en la serie Prison Break, uno de los presos estaba en la cárcel por haber matado a the Vice-President’s brother. Aparte, en otra trama, había una mujer que movía muchos hilos tras bambalinas. Cuando finalmente el espectador descubre que dicha mujer era precisamente la Vice-President, es una gran revelación. Este detalle estaba perdido en el doblaje, donde desde el principio se hablaba de la vicepresidenta. Ya que al tratar de una cárcel de hombres había pocos personajes femeninos, era mucho más cantado. (En este caso, la existencia de una forma neutra vicepresidente dependería, de nuevo, del establecimiento de un masculino vicepresidento, que por el momento se hace algo raro. Aunque es lingüística-ficción, está dentro del reino de lo posible: la forma se usa, aunque todavía sea de forma peyorativa).

Por último, en la película Doctor Strange, al protagonista se le dice ir a tener audiencia con the Ancient One, la persona de mayor rango de la orden arcana. En un guiño a los cómics, donde éste es un hombre, saluda a un anciano que estaba tomando té a la vez que ignora a la mujer que está a su lado y que resulta ser finalmente la mentora. Esta sutil crítica a los prejuicios de género acaba mutilado inexorablemente en el doblaje castellano, donde no tiene ningún sentido la confusión del doctor, ya que siempre había oído referirse a ella en femenino.

Toma, por maleducado y sexista.

Ir más allá de m/f, también en la ficción

Tener sólo masculino y femenino obliga a hacer encajar en esas categorías no solo a las personas, sino también a otros seres animados que es bastante improbable que manejen siquiera esos conceptos: razas alienígenas, robots sapientes, y otra plétora de situaciones muy frecuentes en la ficción moderna.

Ya no se trata solo de la dificultad de crearlos, sino de que estos personajes ven borrada parte de su idiosincrasia cuando vienen de una traducción. En el juego Magic: the Gathering, uno de los personajes es, por definición, agénero. Se trata de Ashiok, un ser misterioso, hecho de sombras, que rechaza definirse en términos de género en ningún momento. La compañía lo creó explícitamente como guiño a la comunidad no-binaria. Por desgracia, en castellano ese matiz se ha perdido completamente, ya que, al igual que casi todas las lenguas romances, se ha tenido que traducir ubicándolo en uno de los dos géneros. A nadie sorprenderá que todas hayan optado por el masculino, aunque con igual razón se podría haber optado por el femenino. No solo vemos aquí un triste caso de borrado de la representación del no-binarismo, sino una confirmación de como la ausencia de neutro refuerza el concepto de hombre-por-defecto.

Si creéis que Ashiok da miedo aquí, esperad a tener que enfrentaros en una partida D:

Conclusión y pegas

Estos son solo algunos de los casos más obvios en los que un género neutro haría el castellano menos problemático, más flexible y, sobre todo, más inclusivo.

¿Es perfecto? No, para nada. Ya hemos visto como, para hacer neutras a palabras como autores o vicepresidente, quizá habría que crear los nuevos masculinos autoros y vicepresidento. No son sin precedente, pero es un esfuerzo extra.

Tampoco es despreciable el hecho de que en ciertas zonas de España el neutro en -e sería muy complicado de arraigar. En Asturias y Levante, la presencia del asturiano y el catalán, que hacen justamente femeninos con -e-, haría difícil, cuando no improbable, que sus habitantes se acostumbren a este nuevo paradigma. La inercia pesa mucho. Y corremos el riesgo, sobre todo en Asturias, de añadir un problema extra a la normalización de estos idiomas en zonas donde la resistencia al castellano ya es complicada.

Ni siquiera quiero que parezca que tenemos que adoptar un género genérico porque otros idiomas (como el inglés) lo tengan, en un caso de inferioridad interiorizada por vía del colonialismo. Pero es práctico.

En cualquier caso, queda aquí este análisis de los posibles efectos del nuevo morfema, que creo en su mayoría positivos. Y ahora, a esperar a ver qué pasa. Los hablantes mandan.


Si te ha gustado este artículo, échale un ojo también al primero de la saga, Elle que elle, o a este otro donde explico por qué no es hipócrita no usar el desdoblamiento todo el rato. Publicado originalmente en El ratón ciego.