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Subnormal al volante

Sábado, 6.30 de la mañana. Salida del túnel de Casablanca, frente al concesionario Renault. Al volante Miguel, de copiloto Krisko (que iba algo moraíllo) y atrás en el medio yo.

Miguel iba hablando de su próximo personaje de rol, y en ese momento miró a Krisko para explicarle su clase de prestigio. Creo recordar que la curva tiene algo de peralte, y la mediana te tapa la vista de tu propio carril más adelante (íbamos por el izquierdo), lo que explica que no lo viésemos de lejos.

En esto que Krisko, con su voz de “me he pasado el día de aeropuerto en aeropuerto y luego he estado de fiesta toda la noche”, dice «bueh… cuidao, Miguel». Miguel mira, yo miro, y vemos…

A un subnormal conduciendo en sentido contrario a 100 kilómetros por hora. A cinco metros de nosotros, en impacto frontal.

Miguel da un volantazo a la derecha, otro a la izquierda para evitar estrellarse contra el borde del puente, y para el coche. Instintivamente me giro para ver como un taxi lo evita en el último momento (para mí que debió rascar algo), y le da una sonora pitada. El gilipollas se va por el túnel, luciendo la “L” en la luna trasera.

Todos en shock, Miguel se agarra la cara con las manos, yo sigo sin creérmelo, Krisko que todavía no se debió enterar de qué ha pasado. Continuamos el camino, a 10km/h, flipando todavía, temblando las piernas, y paramos poco después del hospital Juan Canalejo. Alucinábamos histéricamente. Cuando conseguimos calmarnos un poco, continuamos.

A la vuelta de dejar a Krisko en su casa, vimos pasar coches de Atestados de la Guardia Civil y mucha poli local por ahí. Esperábamos ver al imbécil estrellado poco después contra un muro, o contra su aleatoria víctima, pero no le vimos. Quizá mañana en el periódico digan algo de cómo acabó ese borracho malnacido.

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