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ROMA, el relato

¡Yay! Ya estoy/estamos de vuelta. El viaje ha sido genial, lo hemos pasado muy bien, hemos visto toda Roma y parte del extranjero (Vaticano) y hemos comido pasta hasta reventar. En este mensaje relataré un poco mis impresiones generales y trazaré un esbozo del itinerario diario. En otro(s) pondré las fotos. Claro que igual tardo, porque son cinco carretes a revelar, escanear, optimizar, subir y comentar. Pero todo llegará.

Lo primero a decir es que ninguno tuvo nunca la sensación de estar en otro país, en líneas generales. Obviando las ruinas arqueológicas y los legados arquitectónicos de cada esquina, Roma es muy similar a una ciudad cualquiera española, los comercios, la gente y todo lo demás te hacen sentir como en casa. Al fin y al cabo, Italia y España son muy parecidos.

Sí hubo, y es preciso decirlo, varias cosas que llamaron la atención. Para mí, dos en concreto. La primera es la tiquetmanía. Para absolutamente todo era preciso tener tiquet. Los comercios se dividen en dos partes: la caja y el mostrador. Por ejemplo, para comprar un helado en Della Palma (¿era así?), una heladería con la ostia de sabores cerca de la Piazza Navona, primero tenías que ir a caja y decir que querías un helado de 2.90 euros, p.ej. Luego, una vez pagado y con el tiquecito, ibas al mostrador, dabas el tiquet y pedías los sabores al amable dependiente y especificabas si lo querías en cucurucho o en tarrina.

El otro detalle es el caótico tráfico de la ciudad. Y caótico se queda corto. Para empezar, existen semáforos mutantes, con un color desorbitadamente más grande que otro, normalmente el rojo. El diámetro de esa luz suele ser el doble de la de las otras. Claro que eso importa un carajo, porque nadie le hace caso al Avanti o al … euh… bueno, al otro. En serio, es como si no estuviesen, literalmente. El comportamiento por defecto es verde para coches y rojo para peatones. Si quieres pasar, pues cruzas a saco y fuerzas a los automóviles a pasar. Ellos ya lo saben y no pitan ni nada, se limitan a detenerse. Claro, nosotros como éramos 13, teníamos mucho poder. No iban a pasar a saco sobre todo el grupo.

Aunque anduvimos mucho, nos movimos también bastante en transporte público, que es otra cosa a destacar. Veamos, aquí en Coruña el bus funciona así: tú subes por delante, pagas al conductor en moneda o metes la tarjeta, pasas el rolón y te sientas. En Roma, en cambio, subes por donde quieres (hay entrada y salida, pero da igual, la gente pasa de eso como de los semáforos) y metes tu billetito (de compra anticipada, tiquetmanía, ya dije) en unas maquinitas que hay por el bus. ¿Y qué pasa si no lo haces? Nada, porque el conductor pasa. De hecho, los únicos que lo hacen son los turistas, la gente sube, se sienta y baja. Al tercer día ya pasamos de billetes. Luego nos enteramos que de vez en cuando hacen redadas: paran un bus, bloquean las máquinas, tapan las salidas y miran uno a uno a ver quién no tiene billete. Y si te pillan, 300 euros de multa. El Padre Marcial nos aconsejó en esos casos rayar el billete, poner cara de turista confundido y hablar en castellano, para que pareciese que te vendieron un billete inválido y que la máquina no te lo aceptó. Por suerte no tuvimos que hacerlo.

En el metro tres cuartos de lo mismo, es como el de otras ciudades españolas, con máquina y rolón, pero luego hay un pasillito para Abonatti por el que va todo el mundo, porque no necesitas billete. Es rarísimo, porque en el metro sí que no hacen redadas (iban buenos, con la de gente que hay). Es más, la gente lo hacía delante de los policías y como quien ve llover. Ah, respecto a la noche, decir que existe un buen servicio con varías líneas de bus nocturno. Nosotros, además, lo teníamos genial, porque nuestro hotel, (el Siracusa), está al otro lado de una de las aceras de la Stazione Termini, donde confluyen metros, trenes y buses; y aún por encima es un lugar de referencia genial para cuando te pierdes, basta preguntar por Termini y cualquier romano te sabe guiar.

Respecto al idioma, nos entendíamos bastante bien, dada la proximidad de idiomas. Para cosas complicadas hablábamos en castellano y si la situación lo requería pues recurríamos al inglés. De todos modos aprendimos algunas expresiones prácticas en italiano, como los números (el de la habitación, p.ej., trescientos dos, tresciento due), tarrina de helado (copetta di gelato), los sabores (fresa – fragola, sandía – anguria, nata – fiordilatte), agua (acqua), zumo de melocotón (succo di pesco), plaza (piazza), y comidas sin traducción como linguini, tagliateli, spaghetti, lasagna, gnnochi, etc… Yo incluso llegué a hacer mezclas estilo due croissants o due stamps. Los números, además, se podían señalizar con la mano. Ah, y por supuesto, nuestro grito de guerra, Allora!, que significa “entonces”, pero que lo usábamos como coletilla para todo.

A grandes rasgos, este fue el itinerario:

Lunes
Llegamos a Roma por la tarde, tras dos vuelos en avión. Curiosamente, fue la primera vez que Lara montaba en un trasto de estos y curiosamente la cachearon dos veces al embarcar. Tendrá cara de criminal o algo (nooo, que es coña. Un besote.). Aprovechamos las horas que teníamos para visitar la Piazza de la Republica, la Fontana di Trevi (fantástica, muy bonita), el monumento a Cástor y Pollux y otros de la zona del Quirinal, donde está el palacio de Berlusconi.
Martes
Fuimos a las Piazzas di Popolo, Spagna (muy bonita, pero con demasiadas escaleras; rodeada de tiendas de moda estilo Armani, Gucci, Ferrari…) y la de Navona, con mucho ambiente bohemio. También vimos el Panteón, en el que estaban rodando una película o algo así enfrente. Es genial por dentro, con ese famoso haz de luz que calienta el suelo y evapora la lluvia cuando entra por la cúpula. También entramos en las iglesias de San Ignacio y del Gesú, donde los techos hacen gala de la mejor pintura en su imitación perfecta de la arquitectura (creo que Marta aún no tiene claro si la cúpula era de verdad o no). Para terminar, cruzamos el Tíber hasta el Trastevere (valga la redundancia) para cenar y visitar la zona.
Miércoles
Visitamos las iglesias de Santa María la Maggior y de San Pietro (donde está el Moisés de Miguel Ángel, del que se dice que el autor le lanzó el cincel gritándole ¿Por qué no hablas? de lo contento que quedó con el resultado). Luego nos pasamos por el colosal Coliseo, donde nos derretimos de calor, casi tanto como nos derretimos al ver la clavada del restaurante en el que comimos en las cercanías. Por la tarde entramos en los Museos Capitolinos (donde está la famosa escultura de la Loba, por ejemplo), paseamos por el Foro y nos decepcionamos ante el Circo Máximo, que es, simple y llanamente, un solar donde la gente pasea los perros.
Jueves
Día de relax. Fuimos a las catacumbas de San Calixto, donde un muy majo guía sudamericano nos dejó bien claro que las catacumbas tienen dos sentidos, uno de cementerio cristiano, y dos, de lugar de culto.. Luego entramos en la imponente ¿catedral? de San Giovanni, que debió acabar con toda la piedra de las inmediaciones no sólo por sus fachadas, sino también por unas esculturas de los apóstoles que, como bien acordamos Viri y yo, harían el papel perfecto de final boss de algún shoot’em up. Por la tarde nos tiramos en la playa de Ostia, ex-puerto de Roma, para quemarnos y darnos un chapuzón.
Viernes
Gracias al Padre Marcial, partícipe del lobby jesuita en el Vaticano, nos saltamos dos horas de colas para visitar el Musei Vaticani, donde disfrutamos de obras de arte como la Academia de Atenas (con Platón y Aristóteles) en las estancias de Rafael, el Juicio Final en la Capilla Sixtina, etc. Luego entramos en los jardines privados de Papuchi, donde vimos el auténtico Papamóvil esperándole siempre en la puerta de la Basílica con la sirena a punto. Por la tarde fuimos a la susodicha, que de tan grande cabían dentro dos Jumbos uno encima del otro, por lo menos, y vimos el Castel de San Angelo por fuera, con su Ángel Exterminador coronando la cima.

El sábado volvimos y finalizó nuestra aventura. Ya se habla de ir el año que viene de interraíl por Francia, Bélgica, etc. Espero que acabemos haciéndolo.

Las fotos las pondré ASAP.

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