Érik me ha aportado algunos nuevos datos al debate “¿series = prensa rosa?” pero no sé qué le pasa que no lo quiere escribir aquí así que lo pongo yo.
Básicamente, lo que yo le he entendido es que las series no sólo tienen calidad, sino que tienen MENSAJE, están diseñadas para transmitir algo y no simplemente fabricar dinero. Este argumento se sustenta además con que las series sin calidad (Los Serrano) lo son porque no transmiten una puta mierda y su único objetivo es dar “fast food” televisual que genere dinero.
Pero otra duda me asalta. La mayor parte de las veces nos cuesta entender qué nos quieren transmitir, y necesitamos ver los comentarios del director en la edición DVD para enterarnos. Así que a efectos, cuando las vemos, no apreciamos ese mensaje. A corto plazo, ver una serie o un programa rosa nos produce el mismo efecto, y es más tarde al explicárnoslo cuando lo apreciamos. Parecido a cuando pruebas un vino y te sabe bien y luego tecomentan “además ese regusto a sidra es delicioso”, y lo vuelves a probar y efectivamente notas un deje a manzana.
Entonces, dado que también hay muchas series que nunca llegamos a entender del todo (a mí nadie me ha explicado qué transmitía, por ejemplo, El coche fantástico), podría haberme pasado mi infancia viendo las desventuras de los famosos, ¿no? Y si encima además luego venía mi madre y sacaba una parábola de todo eso, con una moraleja como “no te acuestes con modelos cocainómanas o te comerá el coco”, resulta que eran exactamente igual de beneficiosas. O quizá más, al ser más reales y cercanas.
¡Espera! ¡No! Ya lo tengo. Érik dio en el clavo, o en la clave, que está en el mensaje. La metáfora más rápida que se me ocurre es que las series son jedis y la prensa rosa sith. Unas transmiten un mensaje positivo o bueno y otras negativo. Viendo Friends aprendes el valor de la amistad. Viendo en Salsa Rosa como cualquiera desvela tus trapos sucios por 1000 euros aprendes a traicionar. Aunque luego venga alguien a retorcer la historia hasta que parezca buena, en el fondo te enseñan la parte más despreciable del ser humano. La de las traiciones, el dinero, la falta de escrúpulos, privación de privacidad, y el “todo por la pasta y la fama”. Las series no son así, son fábulas remasterizadas, modernas obras de modernos Iriartes y Samaniegos.Puede que a la primera no aprendas nada bueno de una serie, pero siempre vas a aprender algo malo de un programa del corazón. Es más fácil pervertir que enderezar.
Por tanto, más que un sustantivo, consideraré “serie” un título nobiliario, sólo digno de aquellas historias que verdaderamente lo merezcan. Tendrán que ganárselo. Y del mismo modo, como ya antes de esta crisis, “culebrón rosa” será lo más próximo a un sinónimo catódico de “escoria”.
Mi mundo vuelve a estar en orden.
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