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Cooficiales

Dice Elena y dispara un debate:

Cuando se habla de lenguas cooficiales para referirnos a gallego, catalán y vasco, pero no castellano, se da a entender que está por encima, que es «oficial», unha categoría superior. Pero no puedes tener algo «oficial» y algo «cooficial» dentro del mismo marco: ambas son «cooficiales».

Sin embargo, decir «cooficial» es hoy un día un modo abreviado y asentado de decir «oficial únicamente en parte de España». Yo llevo tiempo dando vueltas a esto, y creo que el problema es que no hay otro término inequívoco para hablar de lenguas no-castellano. Creo que si encontramos alternativa y la potenciamos podemos desterrar ese uso de co-oficiales. Hasta entonces, es batalla perdida.

Necesitamos triunfar. Hay que presentar una alternativa si no mejor, al menos igual de práctica. Circunloquios largos no van a calar jamás: «lenguas oficiales excepto el castellano», «lenguas oficiales excepto el castellano», «lenguas oficiales no castellanas», «lenguas no castellanas», «el castellano y el resto de lenguas cooficiales»…

Y el término es necesario, no es superfluo. Lo demuestra no solo el ya corriente uso de «cooficial», sino la existencia de un nexo común entre ellas. Por ejemplo, hace poco participé en un coloquio donde hablábamos de cómo es la experiencia de fomentar los juegos de rol en las lenguas que no son el castellano, con lo que eso supone en términos de apoyo institucional y comercial. Necesitábamos un título y «Rol en lenguas no castellanas» sonaba raro y forzado. ¿«Rol en todas las lenguas oficiales»? No, pues eso incluye el castellano y nosotros no solo no nos ocupábamos de él si no que lo dejábamos fuera explícitamente.

¿Qué hicimos al final? Una referencia oblicua a las tres presentes: «Rol de de hemen, enllà y acolá» (rol de aquí, ahí y allí). Pero esto no siempre es práctico, igual que no lo hubiese sido «Rol en euskera, català y galego», porque nosotros le dimos tantas vueltas por militantismo, pero mucha otra gente le va a plantar un «Rol en lenguas cooficiales», mucho más cómodo, y se va a quedar tan a gusto. Por eso el problema original: popularizar una fórmula alternativa mejor. A mí y a mucha gente el término nos es necesario por los contextos donde nos movemos y las conversaciones que mantenemos en el marco del estado.

«No-castellanas» tiene un problema pequeño (suena artificial hasta que se popularice) pero también uno grande: es castellano-céntrica, igual que «otras lenguas oficiales» (¿otras además de cuál?). Es cierto que estamos a definir literalmente un grupo por exclusión, pero estaría mejor intentar fijarse en lo que une sus elementos, de ser posible. En un mundo ideal, si la situación fuese otra, tendríamos más base de experiencial vital compartida de la cual extraer un referente común al que referirnos; estaríamos más integrados y este grupo sería un concepto presente y común.

Pero bien, sigamos de momento en el presente con otras posibilidades:

  • «Subestatales» es incorrecto (de hecho todas las otras cruzan líneas estatales en la península excepto, justamente, el castellano).
  • «Autonómicas» es un marco demasiado político.
  • «No-hegemónicas» es demasiado grandilocuente, por no mencionar que el catalán es hegemónico en Andorra y el gallego en Portugal—aunque ciertamente no en el contexto en que se usaría este término, en el marco del estado español.
  • «Periféricas», aunque geográficamente correcto, suena demasiado de segunda (vuelve a poner el centro, si no geográfico, sí de importancia, en el castellano).
  • «Territoriales» suena a depredador que salta a la mínima y acrecienta ese deje de agresivo nacionalista bolchevique.
  • «Nacionales» jamás calará por provocador… además es darle pase de gol a ciertos medios para llamarlas lenguas nacionalistas, un término cada vez más viciado.
  • «Regionales» es también demasiado segundón, nadie querrá usar ese marco mental superado ya en el siglo XIX.
  • «Ibéricas» incluye la variante portuguesa ¡e incluso el inglés!
  • «Peninsulares» lo mismo de arriba.
  • «Minorizadas» suele funcionar en muchos casos, aunque el marco no siempre es idóneo. Por un lado pone la clave en su discriminación, lo que es ya declararlas perdedoras en la casilla de salida y no siempre es esa vertiente la que se quiere discutir. Por otra, cubre lenguas que a veces no son el objeto (caló, tamazight, etc).

En las respuestas la sugerencia que más me convence sería propias. Refuerza esa idea de que las lenguas propias son esas y la otra vino de fuera y se está imponiendo institucionalmente. Adoro esa reversión completa de la idea que fomenta cooficial, de que la legítima es el castellano y las otras son de segunda línea.

Podría temerse que atribuirle a un castellanoparlante la etiqueta de «impropio» podría ser excluyente, pero conviene aclarar que «propias» no es tanto una descripción sobre la adquisición individual sino sobre el origen de la lengua respecto al territorio. Véase su uso de esta forma en los Estatutos desde hace años. Precisamente al ser ya una expresión asentada con ese significado y que remite justamente a la oficialidad me parece mejor que otras alternativas tipo «autóctona».

Pero soy consciente de otra de las posibles reticencias: parece dar a entender que el castellano no es propio de ninguna parte y obviamente es mentira. No obstante, ninguna fórmula es perfecta y este me parece un sacrificio asumible. El castellano no corre peligro.

Para terminar, la fórmula de «lenguas propias» tiene otra ventaja añadida, y es que permite incluir el aragonés y el asturianu en el discurso, que solían quedarse fuera, pero permite delimitar si es necesario combinándolo como «propias oficiales».

Aunque si me preguntáis a mí, la solución de verdad es oficializarlas. Mucho más sencillo y justo.


Sintetizado y masajeado a partir de un largo y bifurcado debate en Twitter. Partes de este artículo reflejan opiniones vertidas por Paula Ruestern, Penta Marcote, Pepe da Angústia y otros. Gracias a todos por una conversación fructífera.

Imagen destacada por Fobos92 usada aquí bajo licencia CC-BY-SA.

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